Hay abrazos, abrazos incómodos y abrazos de verdad. Los abrazos de verdad son esos que te cuentan cosas.
Te dicen: “me alegro de verte”, “estoy triste”, “qué bien te veo”, “no te vayas”.
Los abrazos incómodos son aquellos en los que una de las dos personas no quiere comunicar. No está interesado en el abrazo. Ni en darlo, ni en recibirlo.
No sé cuándo dejé de recibir abrazos. Sí sé que las pocas veces que recuerdo un abrazo, era una experiencia incómoda.
Rechazaba toda forma de contacto físico. Un día decidí aprender el lenguaje corporal de las personas normales. A dar una palmadita en el hombro para saludar. A tocar el brazo al dar dos besos. Cosas de esas que a la gente le salen de forma natural. Observaba concienzudamente a amigos y amigas de los cuales admiraba su sociabilidad y luego imitaba conscientemente estos comportamientos.
Sigo sin entender el ritual de los dos besos. No me gusta sentirme en la obligación de tener que besar. Ese desconocido al que tengo que besar no ha hecho nada para ganarse una muestra de afecto así por mi parte. No quiero besarle. Además, ¿por qué sólo yo tengo que besarle? Las chicas dos besitos y los hombres un apretón de manos. Pues igual quiero ser yo quien da el apretón para ver si soy más macha y aprieto más fuerte. Igual quiero ser el mono macho en lugar de la nena mona.
No sé cuándo dejé de recibir abrazos, pero sí cuándo volví a ellos. El primer abrazo de verdad que me dieron fue tan largo que fueron tres. Y el tercero se convirtió en un beso.
Yo seguiré prefiriendo saludar a mis amigos con un abrazo. Un abrazo no tiene normas. No tiene sexualidad.
Un abrazo puede ser más íntimo que un beso. El abrazo comparte. En el abrazo se ríe, se llora, se suspira. O simplemente se abraza.
Y nadie me obliga a abrazar a desconocidos.
Cuánta razón.
Un abrazo dice mucho, da vida…
un buen abrazo sana,y es un placer que poco se practica.
Un gusto leerte.
Gracias por compartir.